Nueva ley de copropiedad inmobiliaria y los demás animales con los que convivimos (Opinión)

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El pasado 13 de abril se publicó en el Diario Oficial la nueva ley de copropiedad inmobiliaria. Una de las tantas cuestiones novedosas que contiene esta normativa se relaciona con las denominadas “mascotas” o “animales de compañía”. En efecto, el artículo 8 letra b) de esta ley establece que los reglamentos de copropiedad no podrán prohibir que las personas convivan con animales no humanos en sus hogares. De todas formas, al respecto, será posible fijar algunas limitaciones y restricciones en los espacios comunes, a fin de resguardar una convivencia armónica.

Si bien nuestros tribunales de justicia ya habían resuelto, de manera más o menos uniforme, la cuestión de si se puede o no convivir con animales no humanos en un condominio, con esta nueva normativa se viene a zanjar la controversia. Podría pensarse que esto es una victoria para quienes vivimos en “hogares multiespecie” o, incluso, para los animales en sí, pero ello dependerá en gran medida de cómo concebimos nuestra relación con estos individuos.

La ciencia ha demostrado de manera contundente que, así como nosotros, un enorme grupo de animales son seres sintientes, lo que se traduce en que pueden experimentar sensaciones como placer, dolor, angustia, estrés, entre muchas otras. Por lo tanto, se trata de individuos con intereses que, desde el punto de vista ético, son relevantes. Así, la decisión de convivir con un animal no humano debe considerar especialmente los intereses de estos individuos y, en este sentido, es indispensable que nos preguntemos, por ejemplo, si contamos con el espacio suficiente o el tiempo necesario para atender a sus necesidades, a fin de darles una vida lo más plena posible.

En la actualidad, la convivencia con animales no humanos está marcada por lazos afectivos que, cada vez más, dan lugar a vínculos familiares, conformando incluso las llamadas “familias multiespecie”. Sin embargo, en muchos casos estos individuos siguen siendo cosificados e instrumentalizados. En suma, más que centrarnos en el “derecho” que podamos tener a convivir con estos seres vivos, el foco debería estar en considerar y respetar sus intereses al momento de tomar la decisión de formar un hogar multiespecie.