#OPINION Por un activismo pro animal informado

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A lo largo de esta columna, Rodrigo Morales*, Licenciado en Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile, reflexiona en torno a la necesidad, a su juicio, de desarrollar un activismo pro animal de forma informada y racional. 

Chile, es un país largo y angosto, que cuenta con una amplia variedad de ambientes y una biodiversidad que alberga miles de especies animales. Dentro de estas especies, existen algunas que desarrollaron un vínculo de dependencia con el ser humano, y se denominan “especies domésticas”, dentro de las cuales destaca: el perro (Canis familiaris) y el gato (Felis catus).

Como RESPONSANIMAL consideramos que un aspecto central, quizá el más importante para construir diálogos y políticas públicas relacionadas a los animales, es la realidad innegable de falta de conocimientos sobre lo que implica su tenencia, es decir, la ajenidad sobre el fondo del concepto de “Tenencia Responsable de Animales”. Además, existe un desconocimiento generalizado de la legislación animal en el país, debido a su naturaleza fragmentada y dispersa.

De este modo y como declaración de intereses, el cambio de conducta de las personas comunes y corrientes es nuestro objetivo de largo plazo, entendiendo que lo que se encuentra en duda no es el gusto de las personas por los animales, sino el desconocimiento sobre lo que implica decidir ser dueño de uno.

La presente columna es una reflexión respecto a la situación de los animales en Chile, específicamente los de compañía, así como de la forma en que se ha abordado este tema de relevancia nacional y mundial.

En Chile, el abordaje jurídico de los animales de compañía ha correspondido a un enfoque sanitario y de seguridad pública, sin perjuicio de lo cual desde el frente cultural y social, la voluntariedad de grupos locales e intereses particulares fueron creando nuevos actores.

En la actualidad, en nuestro país existen numerosas ONG’s y Fundaciones/Asociaciones de Protección Animal, conformadas por individuos de la sociedad civil, quienes frente al  no a la caza de perrosescaso interés y control estatal y municipal respecto a la problemática animal, decidieron hacerle frente por sus propios medios,  buscando hacer lo “mejor posible”.

Desde un punto de vista histórico, en Chile, fue Benjamín Vicuña Mackenna una de las primeras voluntades políticas en abordar este tema desde la sociedad civil, fundando la primera sociedad protectora de animales del país. Esto marcó lo que sería el ethos de quienes, con mucha voluntad y limitados recursos económicos y humanos, replicaron esta iniciativa a lo largo del territorio nacional.

Luego de casi 130 años, la “Sociedad Protectora de Animales Benjamín Vicuña Mackenna”, que canalizó voluntades y fondos tanto privados como estatales, dejó de funcionar el  año 2008. Esto se debió a su clausura por problemas sanitarios.

Esta realidad no resulta ajena en el escenario actual en que nos encontramos, sino al contrario: los problemas sanitarios se repiten en distintos espacios de “mantención de animales”, los que muy lejos de ser temporales, se transforman para el animal en una estadía para toda la vida, con escasísimas posibilidades de ser adoptado.

Tanto Voltaire como Sigmund Freud ya anticiparon que “Lo mejor es enemigo de lo bueno”, y esto es especialmente relevante cuando hablamos de animales, toda vez que es muy frecuente ver como las distintas instituciones se jactan de hacer lo “mejor” que pueden, en lugar de preguntarse si lo que hacen es “bueno”.

Aquí es donde llegamos a un punto crucial: sin perjuicio del especial y más profundo conocimiento de los temas que ha de tener la autoridad pública ante la toma de decisiones, es deber de cada ciudadano interesado en aportar a la resolución de problemas, cuestionarse el impacto que producen sus acciones y la efectividad de sus intervenciones.

Esto es especialmente relevante respecto de la problemática animal, donde nos encontramos en una situación muy precaria: no existe una cultura de monitoreo, control y evaluación de lasmarcha 222 intervenciones, ya sea que provengan del Estado o de los particulares. Lamentablemente no contamos con protocolos determinados que permitan evaluar los esfuerzos realizados por el Gobierno, Municipalidades, ONG’s, Fundaciones/Asociaciones, o personas individuales. Pero esto no obsta a que los esfuerzos sigan realizándose, de manera aislada y con escasa –casi nula- rigurosidad técnica.

El animalismo, activismo animal, mascotismo y nuevos “Ismos”, han dado un gran ejemplo de compromiso y participación, y comenzaron a “alzar la voz” en defensa de los animales. Sin embargo, muchas veces se ha caído en la lógica de hacer lo “mejor posible” dentro de las capacidades particulares, canalizando la “responsabilidad social” de todo un país en pequeños grupos.

Ya sea por las redes sociales, como voluntario, hogar temporal o simplemente donando dinero, ha llegado a aparecer una visión de que “ser activista” confiere automáticamente la calidad de “representante de la problemática animal”. Esto es especialmente relevante en situaciones de contingencia, donde muchas veces sin mayor entendimiento del asunto, se llega a las conocidas “funas” provenientes de una muchedumbre enardecida.

A esto debe sumarse también la poca rigurosidad con que los medios de comunicación abordan estas temáticas, dando espacio a la reacción muchas veces desmedida de las personas, por no comprender el fondo del asunto. Sin ir más lejos podemos mencionar el reciente encabezado en una noticia de Chilevisión “Vuelven los animales a los circos”, cuando en realidad, nunca se fueron de allí.

La labor de informar requiere en primerísima instancia contar con información proveniente de una fuente confiable, y en segunda instancia, tener un entendimiento del contexto histórico. Sin esta base, entre la poca prolijidad informativa y la “efervescencia social de las redes” más que contribuir, se está generando severos daños al entendimiento social y la construcción de diálogos racionales.

Es por ello que lo realmente preocupante es que la desinformación y falta de rigurosidad para abordar comunicacionalmente los asuntos que involucran animales, repercute y genera daños.

En la búsqueda de lograr soluciones confiables, técnicamente correctas y que generen impacto significativo, es importante que se involucre a la mayor cantidad posible de espacios de diálogo, puesto que sentarse a conversar de manera franca y respetuosa, generando reflexión, es esencial para lograr una comprensión más acabada de la situación y por consecuencia, decisiones más racionales.

Si bien la transición trae “incertidumbre”, los cambios necesarios para los animales en Chile, requieren información, seriedad y proyección. Sólo así podremos construir los cimientos de una nueva forma de entender el país y la relación entre seres vivos.

Mientras algunos se preguntan “¿Qué le paso a la sociedad para llegar a este deterioro?”, nosotros nos preguntamos, ¿Cómo podemos comenzar a hacer las cosas bien?

Como dijo Gandhi, “la grandeza de una nación puede juzgarse de acuerdo a la forma en que tratan a sus animales”. El trato que tenemos con otras especies es un reflejo del trato que tenemos entre nosotros mismos, y esta es una problemática que no deja a nadie ajeno.

La invitación es a una profunda reflexión respecto a nuestra actitud, habilidades y conocimientos, con el propósito de que podamos orientar nuestra voluntad a la construcción de la realidad que proyectamos para los animales en Chile.

Es momento de una discusión racional, y no meramente pasional, siendo necesaria la búsqueda de congruencia de intereses en base a un dialogo abierto, donde la sociedad civil, empoderada de información fehaciente, se encuentre con las instituciones y profesionales, en base a un objetivo común: el bienestar de animales humanos y no-humanos.

*Rodrigo Morales es Representante Legal de la Consultora Responsanimal.

Fotografías:Archivo EPA news.