#OPINION ¿Por qué el Valle del Elqui le dice no a la #minería?

0
400

30 de Octubre 2019

La  ONG Elqui Valle Sagrado, a través de la siguiente columna de opinión, explica el por qué la tradicional zona de la Región de Coquimbo le debe decir no a la minería y sus proyectos. 

Históricamente, dicen los libros, Chile ha sido un país minero. La explotación y comercialización de diversos minerales ha permitido el progreso y avance de nuestro país. Con los recursos que la actividad minera genera, continúan afirmando los libros, se han construido escuelas, hospitales, poblaciones, recintos deportivos y mucha otra infraestructura social.

Mas históricamente, NO dicen los libros, que esta actividad minera ha generado enormes daños medioambientales, además de múltiples daños sociales, que han sido generalmente obviados, antes por desconocimiento de las consecuencias, ahora por conveniencia económica.

Para tener conciencia de este daño que genera la actividad minera es necesario presenciar, directamente, las consecuencias, pues hay una contracara abrumadora: la cantidad y calidad de trabajos que genera la actividad minera.

En los últimos 20 años la actividad minera ha crecido y se ha mantenido en buenos estándares económicos. Consecuencia de esto ha sido que miles de obreros chilenos y extranjeros han podido trabajar en empresas mineras, con mejores sueldos (al doble o triple de lo que se percibe un obrero o temporero), participando de sindicatos que defienden los derechos de los trabajadores y que obtienen buenos resultados económicos (impensado entre temporeros), con implementos necesarios de seguridad, transporte, comida y entretención. Todo a costa del empleador.

Consecuencia de ello es también la precariedad laboral extrema del obrero minero, quien vive lejos de su familia, renuncia a su vida afectiva para ganar dinero, trabaja turnos diarios de quince a veinte horas, no le pagan sus licencias médicas. Todo esto amparado en el crecimiento económico o en el libre mercado, y reflejado en un jugoso depósito bancario a fin de mes.

Resultado de esta actividad minera-comercial son también las denominadas “Zonas de Sacrificio”, lo que alude a sectores del territorio nacional donde es posible contaminar el suelo, el aire, el mar.  Llevarse el agua, romper cerros, talar bosques o donde es posible contaminar a las personas, lo que comen, lo que respiran, el agua que beben, los frutos que cosechan, el lugar donde duermen, estudian, trabajan o pasean. Está demás decir que todo esto a la vista de todas las autoridades, del presidente, del ministro de salud, del ministro de medio ambiente, de diputados, senadores, alcaldes, concejales, generales y magnates.

La pugna es clara y tiene diversas lanzas: los intereses económicos, los intereses políticos, la salud de las personas, la protección al medio ambiente, los derechos de los trabajadores, las ganancias mineras, el royalty…

Esta reflexión en torno a la actividad minera se puede aplicar a otras actividades productivas que se desarrollan al lado o frente al hogar de cada uno de nosotros (o ustedes). Así la producción agrícola de paltas o uva es también precaria, laboralmente, para el trabajador agrícola y perjudicial al medio ambiente con la aplicación permanente de agroquímicos y pesticidas prohibidos en otros países más sensatos. O la producción salmonera, también precaria laboralmente y altamente contaminante y destructiva del medio ambiente natural fluvial. La lista puede alargarse demasiado.

Si a esta reflexión, en torno a las actividades productivas y sus consecuencias sociales y ambientales, le sumamos dos premisas podremos tener nuevas cosas que pensar.

Uno, toda actividad humana genera contaminación al medio ambiente, especialmente, las actividades productivas. Dos, hay cosas que nosotros (cada uno de los que habita este medio global) puede hacer y cosas que no podemos hacer.

En el Valle de Elqui, ante la amenaza de una inminente instalación productiva minera, un vecino llama a otro, este a dos más, y así se genera una red de personas inquietas ante las posibles consecuencias al estilo de vida, al medio ambiente, a la salud. Se hacen reuniones, asambleas, se genera una identidad y un fin común: proteger el lugar en que vivimos de la amenaza minera.

El trabajo en equipo, con altos y bajos, ha desencadenado ideas, trabajos, compromisos y obligaciones para quienes asumen esta responsabilidad de cuidado.

Entendemos que los caminos para proteger el lugar en el que decidimos vivir son largos y difíciles. La actividad minera puede esperar los momentos más convenientes para iniciar su incursión, cuando suba el precio del mineral o cuando los políticos aprueben sus estudios de impacto ambiental. La actividad agrícola lleva más de 20 años aplicando agroquímicos sobre las personas y sobre sus hogares. La principal dificultad de este camino es el interés económico, únicamente de los dueños de las empresas,  también los intereses políticos que respaldan a empresarios, la desinformación ciudadana y la dependencia económica del obrero y del trabajador agrícola.

Unidos podemos generar herramientas de defensa. En primer lugar, informar a los vecinos y aprender juntos cómo cuidarnos.

Existen formas sensatas y garantistas de explotar el territorio y generar actividades productivas. Debemos proteger el medio global en el que vivimos y el compromiso es a buscar formas de desarrollo humano sustentable y amigable con el medio ambiente.

Somos la ONG Elqui Valle Sagrado, comuna de Paihuano, Región de Coquimbo.