#OPINION ¿Bienestar para los animales acuáticos?

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Si bien diversas investigaciones han concluido que los animales acuáticos son seres sintientes, muchos de estos siguen siendo confinados, cultivados y ejecutados por compañías acuícolas con el objeto de satisfacer necesidades humanas. Esta realidad, similar a la que experimentan los animales terrestres víctimas de la industria agrícola, difiere de la última en la inexistencia de cánones de bienestar claramente definidos.

Sin embargo, a finales del pasado año el Aquatic Life Institute (ALI), junto con un grupo de expertos mundiales, creó una guía completa, primera en su género, sobre el bienestar de los animales acuáticos salvajes y de cría. En ella, establecen que el modelo de bienestar de “las cinco libertades”, el cual constituye el estándar para los animales terrestres víctimas del ejercicio industrial humano, también debería aplicarse a los animales acuáticos. Así, el ALI sostiene en sus recomendaciones que:

Nuestra posición es que para experimentar una “vida que merezca la pena”, cada animal debe tener:

  1. Libertad para acceder al suministro de alimentos que le proporcionen salud y vigor,
  2. Libertad para vivir en un entorno adecuado que permita y no perjudique el bienestar,
  3. La libertad de vivir en un entorno que prevenga las enfermedades y no exponga a riesgos indebidos de lesiones, y de que las enfermedades sean tratadas rápida y adecuadamente,
  4. Libertad para vivir con espacio suficiente y con la compañía y los materiales necesarios para poder expresar los comportamientos naturales,
  5. La libertad de vivir en condiciones que promuevan una buena salud psicológica y eviten el sufrimiento mental. (Aquatic Animal Alliance, s.f. p. 2)

Lo anterior podría ser considerado como un avance, en cuanto el bienestar animal de los animales acuáticos no ha sido un tema de particular interés en nuestros discursos morales y jurídicos predominantes. A modo de ejemplo, en Chile, el artículo 13 F de la Ley N°18.892 de Pesca y Acuicultura establece que “La acuicultura deberá contemplar normas que resguarden el bienestar animal y procedimientos que eviten el sufrimiento innecesario”. Sin embargo, no establece expresamente en qué consistiría dicho bienestar, el cual no es prioritario en el contexto de una ley y de una institucionalidad dirigida a explotar a estos animales como recursos, y que por lo demás prima por sobre la ley N°20.380 Sobre Protección de Animales.

Así las cosas, quizás la importancia y la crudeza del hito marcado por las recomendaciones del ALI no radica en el supuesto avance de las fronteras de consideración moral humanas, ni tampoco en una reivindicación de aquella dignidad o libertad que le hemos arrebatado a muchos de los habitantes no humanos de este planeta.

Lo relevante y abrumador de éste, es el percatarnos de que por siglos hemos explotado a una innumerable cantidad de estos individuos sintientes -que hoy alcanzan las decenas de millones de toneladas anuales- en condiciones peligrosas para estos individuos, el ser humano y los ecosistemas, sin haber existido aún el menor cuestionamiento cultural de la práctica, extensión y condiciones en las que se desarrolla esta industria, al menos en lo que respecta al respeto del valor inherente que cada ser sintiente reviste. Hasta ahora.

Hoy, a enero de 2021, ya podemos hablar acerca de criterios concretos que nos permitirían definir el “bienestar” de los animales acuáticos en los contextos ya descritos. Pero ¿Acaso no radica el genuino bienestar de estos individuos en su libertad frente al humano y en la supresión de toda forma de explotación y dominación ejercida sobre ellos?.


Según cifras oficiales de la FAO, durante el año 2018 se cultivaron alrededor de 82.000.000 de toneladas de animales acuáticos en el mundo. Si bien es difícil estimar cuantas vidas representaría dicha cifra, podemos efectuar el siguiente cálculo: Un pez como el salmón del atlántico puede ser faenado entre los 3 y los 5 kg de peso. Si estimamos que un pez cultivado de otra especie tendría proporciones similares a las de un salmón del atlántico, y si obviamos la existencia de otros animales distintos a los peces que también son víctimas de esta industria (como mariscos), podríamos concluir que, en base a un peso promedio de 4 kg por animal cultivado, durante el año 2018 murieron alrededor de 20.500.000.000 de animales. Lo anterior equivaldría a más del doble de la población humana del planeta.

Referencias:

Aquatic Animal Alliance. (s.f.) Key Aquatic Animal Welfare Recommendations for Aquaculture.

FAO. (2018). The State of World Fisheries and Aquaculture 2018 – Meeting the sustainable development goals. Roma, Italia: Food and Agriculture Organization of the United Nations.