¿Quien se queda con la mascota?

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En junio de 2014, Melanie Griffith y Antonio Banderas se divorciaron tras 18 años de matrimonio y la discusión en la corte no fue por quién se quedaba con la casa en España o la de Estados Unidos, sino por los perros. Griffith pidió custodia completa de los tres animales, argumentando que ella los iba a cuidar mejor. El caso se llevó a puertas cerradas y la prensa no se enteró de quién ganó. Un año antes, los protagonistas de la extinta saga de vampiros Crepúsculo, Kristen Stewart y Robert Pattinson, pasaron por lo mismo. Pero estas no son disputas excéntricas de la farándula, y según la AAML (American Academy of Matrimonial Lawyers) de Estados Unidos, para 2014 la consulta de casos por tuición de la mascota había crecido un 27 por ciento en comparación con 2009, y del total de estos casos, un 22 por ciento terminaba en la corte, porque no había acuerdo.

En los últimos años, en muchas partes del mundo, Chile incluido, los animales parecen haber adquirido más o nueva importancia en la vida de las personas. “La mascota va adoptando roles muy distintos a los de antes, es más que un factor de entretención o de compañía. Incluso, hay casos en que se humaniza al animal y se les entregan roles familiares”, dice José Luis Díaz, director de Red de Psicólogos de la diversidad sexual de la ONG Ceres. Eso también se traduce en la existencia de un creciente mercado dedicado al pet care. “Sabemos que la tenencia de mascotas en Chile en los últimos años viene disminuyendo –en 2013 tres cuartos de los hogares tenía mascotas y hoy la cifra es de 61 por ciento–, pero el mercado va en aumento, es decir, que si bien estamos teniendo menos mascotas, estamos invirtiendo mucho más en ellas, en alimentación y accesorios, lo que demuestra que efectivamente han ido cambiando de estatus en las familias chilenas, pasando a ser, tal como dice el cliché, un integrante más”, comenta José Miguel Ventura, gerente comercial y marketing de GfK Adimark.

Y por lo mismo, cuando se produce una separación o divorcio, también tiene consecuencias para ese “integrante más” de la familia. Alejandra Cassino, una de las fundadoras de la coalición por el Control Ético de la Fauna Urbana (Cefu), explica que hace 10 años, cuando empezaba con esa organización que lucha contra el maltrato y abandono animal, recibía llamados de gente que se estaba separando y le pedían sí podían hacerse cargo de su mascota. Hoy, en cambio, le pasa lo contrario y le preguntan hasta por asesoría legal para quedarse o al menos no perder contacto con las mascotas. “Quieren averiguar si sabemos cómo pueden resguardar las visitas, si hay alguna herramienta legal para poder establecer visitas. Especialmente las parejas que no tienen hijos”.

Matrimonio sin hijos

Generalmente, en los divorcios o separaciones de matrimonios o parejas con hijos, la mascota tiende a quedarse con los niños. Cuando no los hay, el escenario es menos evidente y depende de la disposición de las parejas para negociar: “Me han tocado casos en que el que se queda en la casa, se queda con el perro. Ahora, si el cónyuge lo saca de noche, no hay forma de denunciarlo”, cuenta Jessica Ross, abogada de familia.

Así ocurrió en el caso de Loreto: “Como no podíamos tener hijos, contemplamos la adopción, pero preferimos partir por un perro. Fue idea mía, al principio él no quería, pero se terminó enamorando del perro”, cuenta. Pero llegó un momento en que ella sintió que en su matrimonio “lo único que había en común” era la mascota. Se separaron y acordaron una custodia compartida. Él se lo llevaba los fines de semana, ella lo cuidaba el resto de los días y entre los dos pagaban los gastos. Funcionó por cuatro meses, hasta que un día  mientras ella no estaba en su casa, su ex entró y se lo llevó.

La ley vigente en Chile no contempla estas situaciones y no hay una legislación que regule la custodia de los animales en caso de separación o divorcio. De hecho, las mascotas se consideran como un bien mueble, un objeto, y por lo que de existir una disputa entre los dueños, queda a criterio de un juez si atender el caso o no. “Pero si se está hablando de esto es porque la gente no está viendo a sus mascotas como objetos o bienes muebles”, dice Alejandra Cassino.

Alejandro Krausz, abogado de familia de la oficina Aguayo, Ecclefield & Martínez, explica que le ha tocado presenciar este tipo de conflictos, pero siempre “en el marco de una discusión general, cuando se está negociando quién se queda con el departamento, el auto, a veces se toca el tema de las mascotas. Pero como no son personas, su relación con las partes no es materia de un juicio de familia”.

Loreto fue a Carabineros a denunciar: “Me dijeron que no podían hacer nada, que si la mascota no estaba inscrita a mi nombre era más sencillo esperar en una plaza a que lo sacaran a pasear y quitárselo”, explica.

Los carabineros se referían al Registro Civil de Mascotas, una entidad que, desde hace 18 años, registra a los dueños y sus mascotas: “Hemos visto este tipo de casos unas siete u ocho veces, unos peores que otros”, cuenta Carlos Labra, su director nacional. Según él, cuando alguien inscribe y entrega los antecedentes de un animal queda registrado como dueño legítimo.

Cuando la mascota elige 

“Compramos a la gata Diana antes de casarnos, y mientras estuvimos juntos se llevó toda nuestra atención”, cuenta la periodista Olivia Sáez. Cuando se separó, ella se fue a un departamento y quería que la gata se quedara con él, para no moverla. La mayoría de los veterinarios concuerda con que sacar a una mascota de su ambiente es complicado, sobre todo para los gatos. “Son muy susceptibles al estrés, así que tienden a sentir los problemas desde antes. Nos han llegado casos en que la conducta del gato cambia durante la separación, por lo que hay que definir con quién tiene más afinidad y hacer el cambio paulatinamente”, recomienda Rodrigo Casanueva de la veterinaria Top Cat.

Pero la pareja de Olivia le propuso que ella se la llevara y así se hizo. El problema fue que “la gata se volvió loca, maullaba, desconoció todo. Para mí fue tan duro verla así, que aunque podría haber esperado a que se acostumbrara, preferí llevarla de vuelta a su casa, con mucha pena”, cuenta Olivia. Tras eso, fue un par de veces a verla o alimentarla mientras su ex estaba de viaje, pero la gata prácticamente la desconoció: “Diana ya no parecía sentir cariño o reconocerme mucho. Me fui llorando, porque sentí que la gatita ya no era mía. Lo más complicado fue decidir no verla más”.

Tuición compartida

José Miguel Corrales es poeta y su mejor amigo es un gato llamado Gatotó. Desde que él terminó con su polola viven juntos en un departamento en el centro de Santiago. “La idea de adoptar al gato fue de mi ex, pero en la época en que terminamos, yo llevaba un tiempo sin pega y estaba más en el departamento, por lo que el gato desarrolló más afinidad conmigo”. Entonces, cuando se fue hubo una suerte de repartición. “Ella se quedó con la tele, la cama y los muebles, y bueno, yo me quedé con el gato”, dice y sonríe.

Pero su ex dueña no ha renunciado del todo al gato, y aporta la mitad de cada uno de los gastos del animal. “Y lo va a ver seguido. Como vivimos al lado, cada vez que quiere puede hacerlo, tiene llave de mi casa incluso”.

Algo similar al caso del psicólogo José Luis Díaz, quien vivió con su pareja cerca de cinco años, con quien adoptaron a Chancha, una perra basset hound: “Con mi ex tuvimos una relación muy larga y buena, pero aparecieron pequeñas crisis que nos hacían pensar que podíamos terminar, y la presencia de la Chancha era una razón para no hacerlo. Después de nuestra separación, él y yo nos sentamos a conversar sobre los gastos de la perra, desde alimentación, controles médicos o paseador, y cómo los íbamos a dividir. Él, que dejó la casa, ponía el 75 por ciento del presupuesto, mientras que yo, que tenía el cuidado presencial de la perra, ponía el resto”, cuenta.

El abogado Alejandro Krausz explica que en el caso de divorcios hoy es más común que el cuidado de la mascota aparezca a propósito de las pensiones de alimentos: “El ítem de la alimentación o del cuidado de los animales a veces se incluye como ‘otros gastos de manutención del hogar’: tengo que ponerme con tanta plata al mes para el alimento y para el peluquero del perro”, dice el abogado.

Pero en el caso de las parejas más jóvenes o sin hijos, en la medida en que la relación va quedando en el pasado puede pasar que la mascota también. Elisa inicialmente compartió el cuidado del perro Baco con su ex. Tras el quiebre amoroso, él se lo llevaba los fines de semana, le compraba comida y le puso sus vacunas. “Pero comenzó la necesidad de dejar de vernos, llevar el perro era incómodo. Al final, como que él no me lo quiso seguir pidiendo ni yo se lo quise seguir llevando, no le pedí plata ni para veterinario ni comida, me hice cargo del perro en un ciento por ciento”.

Fuente:La Tercera