Posta Central inauguró Jardín Sanador creado para retribuir el trabajo de funcionarios de salud durante la pandemia

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El Jardín Sanador de la Posta Central nació como una necesidad en la pandemia para apoyar a los equipos de salud y luego como agradecimiento por su gran entrega. Dos años después de las primeras conversaciones, se inaugura y lo disfrutan los funcionarios y también algunos pacientes como parte de sus terapias.

Mirando las coloridas alstroemerias, lavandas, valerianas y calle calles del jardín, se inauguró el primer jardín sanador del Hospital de Urgencia Asistencia Pública, ex Posta Central, una iniciativa que surgió durante la pandemia para acoger y retribuir a los equipos de salud que estaban muy exigidos.

En la ceremonia, el director de la Posta Central, Dr. Valentín López, agradeció por “este pulmón verde y florido que nos permite también cuidar nuestra salud. En la Urgencia siempre es alta la exigencia y los pacientes son lo primero, pero este jardín nos posibilita bajar un cambio, respirar profundo y seguir mejor nuestro trabajo”.

En 2020, durante el período más crítico del Covid-19, funcionarios del hospital hicieron ver su necesidad de contar con un lugar al aire libre que les ofreciera un espacio de descanso físico y emocional. La Fundación Inspira, que desde hace 10 años construye Jardines Sanadores en hospitales públicos, aceptó el desafío y convirtió un patio de 600 metros cuadrados en un espacio con flores, senderos, bancas y sombra.

Sobre el origen del jardín, Alejandra Vargas, ingeniera agrónoma y directora de Fundación Inspira recuerda que “fuimos a visitar el lugar y el personal de salud estaba en las veredas descansando. Ahí fue el comienzo”.  La también académica de los cursos Manejo del Paisaje e Infraestructura Verde en la Universidad Católica agrega que “luego vino una cadena virtuosa de aportes de seguidores de la fundación, de exalumnos de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica y de un fondo de la Presidencia”.

Joana Molina, jefa de servicio de Kinesiología de la Posta Central contó que “nosotros trabajamos casi todo el día en el subterráneo o solo con luz artificial, por lo que ir al jardín es volver a conectarse con la vida. Nuestro hospital está rodeado de edificios, pero en el jardín hay un pequeño paraíso. Ha sido un gran beneficio para nuestro servicio. Varios colegas bajan al jardín con pacientes que han estado varios meses internados como parte de la terapia”. 

Estimular estados de bienestar

Los jardines sanadores permiten estimular los cinco sentidos y promover la relajación, imprescindible para generar estados de bienestar. Distintas floraciones durante el año, estimulación de diversos colores y que los aromas fluyan entre las distintas zonas son parte de sus atributos.

Para Rodrigo Chacón, jefe de Calidad Percibida del Hospital de Urgencia Asistencia Pública, “tener este espacio es un lujo. Con las flores empezaron a llegar las abejitas y los pájaros. La naturaleza nos invita a hacer una pausa con la belleza y eso nos hace bien como personas y como comunidad hospitalaria. Este jardín acoge a estudiantes del internado, a algunas terapias, a los que almuerzan bajo los árboles y a muchos que vienen a tomar un poco de aire antes de seguir su arduo trabajo”.

Un ejemplo es el de Bernardita Letelier, fonoaudióloga del hospital: “Considerando todo lo que ha pasado los últimos años en el área de salud por la pandemia, contar con el espacio de jardín ha sido un beneficio gigantesco. Aquí tenemos un espacio que quiebra la rutina, aunque sean diez minutos en contacto con la naturaleza y sentir el sol. El hospital adentro es oscuro, entonces estar afuera es un cambio que te permite volver mejor. Para nosotros se ha vuelto un hábito sagrado venir unos 5 minutos a este espacio”.

La Fundación Inspira este año celebra 10 años desde que fue creada con la misión de crear jardines terapéuticos caracterizados por su floración permanente, accesibilidad universal y espacios de luz y descanso.

A la fecha, ha creado 18 jardines sanadores en los hospitales del Salvador, Luis Calvo Mackenna, Roberto del Río y Antiguo San José. La iniciativa se ha extendido también a COANIQUEM, el Pequeño Cottolengo y el colegio Santa Lucía, que atiende a niños y niñas con ceguera y con baja visión.