El galgo mágico

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Era diciembre del 2017 y un perro mágico llegó a mi vida. Flaco, viejo y enfermo, pero con la mirada de un guerrero, el galgo mágico me susurró un secreto.

Mi galgo negro, mi viejo flaco y mi mejor amigo.

Lo llamé Merlín, un mago sabio que contempló su nueva vida desde el 2017 en adelante. Estaba listo para morir, sin embargo, se levantó contra todo pronóstico veterinario.

Hoy el galgo negro casi no ve, su paso se ha vuelto lento, pero su infantil mirada sigue intacta. Sabe con toda la fuerza que está enlazado a mi corazón y mi corazón al suyo.

He sido madre. Sí, he sido madre de Merlín y de muchas almas sufriendo un tormento. He tenido que verlos partir  prometiéndoles con el corazón roto que estarán bien.

¿Estarán bien? Yo no lo sé, no sé si estarán bien. No sé dónde estarán. Desde el momento que les digo “nos vemos pronto, descansa” es una mentira.

Es legítimo y necesario el duelo, pero por favor, deja que tu compañero siga su viaje infinito sin retenerlo. El egoísmo tiene muchas caras y para mí acumular expectativas de señales divinas a diario, es una forma de egoísmo con la mejor intención. Recuérdalo, por supuesto, pero no lo retengas.

Nunca dejemos de sentir amor. Nunca tengamos miedo de sentir. Repite la historia sin pensar en el final, porque ¡Dios mío!, el final nunca es lo que esperas.

No necesito decirle a Merlín que lo amo o que lo extraño, pero a veces me siento y se lo explico. Es mi humana forma de estar presente y ser esa madre simple, tonta, ingenua y a veces lamentablemente invisible.

No lucho contra su muerte, porque sé que es inevitable y el ahora es un regalo.

La forma de combatir a este mundo enfermo, es el gigantesco amor, la concordancia con lo que decimos y hacemos, el desafío al cambio de una forma de vida impuesta desde la niñez. Cada cosa que hacemos repercute en nuestro círculo cercano. Desde decirnos que le pusieron placa a su perro, hasta no dejar que un animal atropellado en la carretera muera solo.

Es verdad, cada cosa desde mi primer perro en hogar temporal me ha guiado hasta aquí, a diciembre del 2017 cuando le dije a Kimberly que estaba lista para recibir al galgo. Esto era un camino sin retorno.

Quizás el tiempo me vuelve una piedra, pero no insensible. Soy sensible con las cosas que les doy un valor especial. Soy una loca piedra sensible al mínimo tacto con la marea, cuando la sal se mete en mis llagas y me enfurece tanto que me lleva la tristeza de un lado a otro, pero sigo anclada al suelo.

Sigo anclada por ti Estela, Ninja, Sofia, Paris, Alba… sigo anclada por ti Merlín, sigo anclada hasta el final.