Estudio señala que no todos los chilenos estamos igualmente preparados para enfrentar un nuevo 27F

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A 13 años del terremoto y tsunami que azotaron al país el 27 de febrero de 2010, expertas y expertos de CIGIDEN, comparten sus principales aprendizajes y avances científicos a partir de las consecuencias humanas, materiales y medioambientales del terremoto y tsunami de 2010. 

En el marco de una nueva conmemoración del tsunami y terremoto de 2010, el Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres, CIGIDEN (creado hace 10 años como una respuesta de la comunidad científica a las consecuencias del 27F) está llevando a cabo una campaña en redes sociales dónde expone los principales aprendizajes y avances del Centro a partir de esta fecha.

Entre ellos, destaca un estudio publicado en 2022 por la revista Natural Hazards, donde se señalan diferencias significativas en cuanto a la preparación ante desastres en las ciudades costeras de Iquique, Valparaíso y Concepción.

Además, el artículo denominado “Temporal evolution in social vulnerability to natural hazards in Chile”, indica que la zona sur del país concentra la mayor población con vulnerabilidad alta y muy alta al riesgo de desastres y que en términos generales, estos elevados índices de vulnerabilidad están asociados al nivel socioeconómico, al aumento de población en condición de discapacidad y de población adulta mayor, por lo que no todos los chilenos estamos igualmente preparados para enfrentarse a un nuevo evento de la magnitud del 27F.

Los desastres no son naturales 

En este sentido, el investigador CIGIDEN y académico UC, Beltrán Undurraga, indica que los desastres afectan a las personas y a las comunidades de distintas maneras y esto también va a depender de las características físicas del territorio, de sus viviendas, la edad, el género e incluso, la etnia de las personas.

Es por esto, que el sociólogo asegura que  uno de los aprendizajes más relevantes posterior al 27F ha sido el entendimiento multidisciplinario en CIGIDEN de que los desastres no son naturales, es decir, “un evento de origen natural, como un terremoto, no constituye por sí solo un desastre, a menos que interactúe con un grupo humano”, explica.

Dado lo anterior y la importante evidencia científica elaborada en CIGIDEN a la fecha, la candidata a doctora en sociología UC e investigadora CIGIDEN, Katherine Campos, hace un llamado a fortalecer los Comités Comunales de Emergencia, especialmente, en lo que se refiere a la participación de las comunidades y con la finalidad de que los planes de mitigación y prevención respondan a las necesidades, preocupaciones o riesgos que más importan a quienes habitan los territorios.

Mayor conocimiento de los procesos físicos de la Tierra

Después del terremoto del 27F, el 11 de marzo de 2010, se generó la réplica más grande de todas (6.9 MW) y que reactivó la falla Pichilemu. “Esta fue la primera vez que se observó este fenómeno de acople entre un sismo de subducción y la reactivación de fallas en la placa superior y también pudimos reforzar este aprendizaje con el terremoto ocurrido en Japón un mes después del 27F”, explica el subdirector de CIGIDEN, Gabriel González.

Según el geólogo UCN, el principal aprendizaje obtenido a partir del terremoto del Maule del 2010 entonces, tiene que ver con la relación que existe entre este gran terremoto y la reactivación de fallas geológicas cercanas a la zona de subducción.

Por su parte, el investigador CIGIDEN y académico UTFSM, Patricio Catalán señala que después del 27F aprendimos que el comportamiento de un tsunami depende del lugar donde ocurre, es decir, de las características geomorfológicas de la bahía y cómo esta se mueve al momento de un sismo.

“Un mismo terremoto y el mismo tsunami generan condiciones que son muy distintas en ciertas bahías del país. A este fenómeno se le ha denominado ´resonancia` y se refiere a cómo se mueve el agua de un tsunami en una bahía en particular. Es lo que se vió, por ejemplo, en el terremoto de Pisagua (2014), el terremoto de Coquimbo y el de Illapel (2015)”, ejemplifica el académico.

Reconstruir es una actividad permanente 

Es justamente, debido a la alta exposición de nuestro territorio a amenazas de origen natural como terremotos, tsunamis, aluviones, incendios forestales o erupciones volcánicas, que la reconstrucción debe considerarse como una tarea permanente.  “La reconstrucción es una actividad permanente en Chile, por lo que necesitamos de políticas públicas que se activen en la inmediatez y no sean excepcionales”, afirma la investigadora CIGIDEN y académica de la Escuela de Gobierno UC, Magdalena GIl.

En la misma línea, el ingeniero estructural y ex decano de la Escuela de Ingeniería UC, Juan Carlos De La Llera, destaca como un importante aprendizaje la elaboración y actualización de la norma sísmica, en la que han participado activamente expertos de CIGIDEN y gracias a la cuál se ha fortalecido la resiliencia de estructuras residenciales, como de aquellas orientadas a entregar servicios básicos, como es el caso de los hospitales.

A lo anterior, el investigador CIGIDEN y académico de Ingeniería UC, Diego López, agrega que los componentes no estructurales en edificios, como tabiques divisorios, cielos falsos, sistemas de climatización, etc., también deben ser diseñados con el mismo grado de rigurosidad con que se diseñan las estructuras, de manera que puedan soportar la exigencia de los movimientos sísmicos.

El terremoto y tsunami del 27 de febrero del 2010, afirman los especialistas,  nos hizo ver que en Chile había una falta de preparación, tanto de las instituciones, como de la población. por lo que las investigadoras e investigadores de CIGIDEN han trabajado durante diez años para   entregar evidencia científica que permita mejorar nuestra institucionalidad y crear o perfeccionar nuestros sistemas de alerta temprana ante desastres socionaturales.