#COMPORTAMIENTOANIMAL Los chimpancés también bailan cuando oyen música

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24 de Diciembre 2019

El chimpancé es la especie más parecida a la humana. Ambos homínidos se separaron hace unos 6 millones de años y partir de entonces cada uno siguió su propio camino evolutivo. De ahí que casi el 99% del ADN sea compartido. Y también el sentido del ritmo.

En un estudio llevado a cabo por el Instituto de Investigación de Primates de la Universidad de Kioto (Japón), se puso música a estos animales. El sonido indujo un balanceo rítmico en los chimpancés, más notable en los machos que en las hembras, junto con otros movimientos acompasados como dar palmas o mover los pies. A su vez, los autores encontraron una tendencia de los animales a acercarse a la fuente del sonido. Los resultados fueron publicados en la revista PNAS.

Para los autores del estudio Yuko Hattoria y Masaki Tomonaga, los resultados sugieren que el baile tiene cierta base biológica y que los prerrequisitos para la música y la danza ya existían hace 6 millones de años en el ancestro común de los humanos y estos animales. Por lo tanto, el estudio apoya un origen evolutivo de la musicalidad.

Estudios neurobiológicos han demostrado que la habilidad rítmica del baile depende de conexiones entre las áreas auditiva y motora del cerebro humano. De hecho a las áreas motoras se les ha dado un papel casi fundamental en procesar el ritmo. Ello ha sido deducido en base a imágenes cerebrales que han mostrado que, incluso en ausencia de movimiento, estas áreas se activan cuando se escucha música.

Por otra parte, se ha demostrado que algunos animales tienen la capacidad de mover su cuerpo al ritmo de la música –famoso fue el video de una cacatúa que bailaba–, entre los cuales ya se incluían chimpancés. Pero estos estudios estaban más centrados en el acompasamiento entre música y movimiento, y no tanto en cómo el sonido induce la respuesta, algo de lo que hay pocos datos.

Por eso con esta investigación Hattoria y Tomonaga quisieron comprobar de manera experimental cómo estímulos sonoros inducían movimientos rítmicos en chimpancés para así clarificar la naturaleza de su respuesta al sonido.

La investigación consistió en tres experimentos. El primero, para examinar cómo un ritmo auditivo en diferentes tiempos inducía movimientos corporales en los chimpancés. El segundo, para ver si el tempo del ritmo afectaba a la periodicidad de estos movimientos. Y el tercero, para comprobar si los animales mostraban alguna tendencia en cuanto a proximidad espacial a la fuente de sonido.

Los investigadores contaron con siete chimpancés, tres machos y cuatro hembras, a los que expusieron a sonidos de pianos (la nota do en tres octavas diferentes que se iba intercalando).

Las notas se reprodujeron con seis velocidades distintas: 75 pulsaciones por minuto (ppm), 83 ppm, 94 ppm, 150 ppm, 167 ppm, y 188 ppm. Los autores apuntan en el artículo de la investigación que era difícil estimar el tempo óptimo porque no había estudios previos sobre el efecto del tempo en el movimiento rítmico de los primates.

El movimiento rítmico fue definido por Hattoria y Tomonaga como una actividad repetitiva de todo el cuerpo o de algunas partes, realizada más de tres veces y no mostrada usualmente por los chimpancés.

Durante los seis días que duró el primer experimento se realizó diariamente una sesión de seis ensayos, cada uno con una duración de dos minutos. El orden de las velocidades se estableció de manera aleatoria.

Los autores comprobaron que los chimpancés, sobre todo los machos, seguían el ritmo y que además realizaban sonidos al mismo tiempo. Esto sugiere que los machos pueden ser más sensibles y reactivos a estímulos auditivos que las hembras, a pesar de que la muestra de siete individuos no es lo suficientemente grande para ser concluyente.

Los autores explican que esta mayor respuesta en los machos es consistente con investigaciones previas sobre comunicación acústica en sus sociedades patriarcales. Estos simios han desarrollado unas “danzas de la lluvia” en las que realizan movimientos rítmicos ante el sonido del agua cuando comienza a caer.

Estos despliegues se consideran una especie de respuesta colectiva al sonido y la furia de la naturaleza y se han relacionado con rituales humanos en respuesta a fuerzas naturales que son sensorialmente abrumadoras.

Según explica Miquel Llorente, presidente de la Asociación Primatológica Española (APE), la danza de la lluvia no deja de ser un ritual para demostrar la fuerza. “Cuando ellos quieren demostrar algún tipo de exhibición de fuerza hacen un comportamiento rítmico. En este sentido, el ritmo tiene una base biológica”, dice Llorente.

El chimpancé que más ritmicidad mostró a lo largo de las sesiones fue uno de los machos, llamado Akira, y por ello los autores del estudio lo seleccionaron para los experimentos siguientes –sería el único que permitiría recoger suficiente información–.

En la siguiente fase experimental emplearon cuatro ensayos por sesión en el que se emitían sonidos con una velocidad aleatoria. Los resultaron mostraron que el tempo no influía y que en todas las condiciones Akira “bailó”. Cuando lo hacía en posición bípeda, además, seguía el ritmo de la música.

Los autores dedujeron que es posible que el chimpancé respondiera a la densidad de sonido más que al ritmo. De ser así, señalaría una diferencia respecto a los humanos, puesto que en las personas el movimiento está afectado principalmente por el ritmo. Los investigadores advierten que aún falta clarificar qué factores sonoros específicos inducen el movimiento rítmico en chimpancés.

Con el tercer experimento Hattoria y Tomonaga buscaban comprobar si la proximidad espacial del animal a la fuente de sonido cambiaba en función de la presencia de estímulos auditivos. Efectivamente, hubo una preferencia del animal por permanecer cerca del altavoz cuando sonaba la música pero no cuando el sonido cesaba.

En base a estos resultados, los investigadores establecen un paralelismo entre el baile de las personas y la ritmicidad de los chimpancés y sugieren que ambos comportamientos pueden estar relacionados.

Por lo tanto, su origen podría remontarse al ancestro común entre las dos especies. Una hipótesis alternativa sería que estos comportamientos hubieran evolucionado de manera independiente en los dos linajes.

“Hablar de música y danza creo que es algo cultural”, dice el primatólogo Miquel Llorente. “Pero el comportamiento rítmico encaja tanto en humanos como en chimpancés”, concluye Llorente.

Fuente:lavanguardia.com