#VALPARAISO La pena de Tablón, el perrito del guardia mártir del 21 de mayo

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Cuentan los comerciantes que hace un año y medio, en la esquina de Pedro Montt con Las Heras, ocurrió un encuentro maravilloso. Un perro color café, con algunas manchas blancas y negras, llegaba hasta el edificio en donde funcionaba la oficina de los concejales, para hacerse muy cercano a Eduardo Lara, el guardia que hasta el fatídico 21 de mayo se ganaba el sustento cuidando el inmueble.

Por su lomo aplastado y cuadrado, el vendedor ambulante Fernando Padilla decidió bautizarlo cotablon 2mo Tablón y así se quedó para siempre, ganándose el cariño de todos. Sin embargo, el can era íntimo amigo del guardia, quien apenas lo vio, lo acogió en la entrada del edificio, para que no pasara frío.

“Don Eduardo quería mucho a este perrito porque cuando llegó acá, a él se le acercó primero. Todos le hemos dado atención y comida, pero el Tablón siempre ha querido a nuestro amigo y vecino, porque cuando llovía, para que no se mojara, le dejaba estar en la entradita del edificio”, recuerda Josefina Letelier, residente del sector.

Tal como señalan otros testigos del encuentro, el trabajador y el perrito se afiataron a tal nivel que, cuando reclamaron por su presencia en el edificio, se la jugó para que no lo echaran. “Cierta gente empezó a alegar que el Tablón no podía estar ahí en la entrada y don Eduardo pidió ayuda para que le hicieran una casita a unos metros, en donde están las bancas. Lo logró y entre varios se la armaron. Era de madera y tenía un muy buen techo. Era la única casita que sobrevivía de las protestas hasta que la quemaron el 21 de mayo”, lamentó Letelier.

Despedida inesperada

El techo, que fue instalado por Fernando Padilla, era de zinc y lo protegía de las lluvias y del insoportable calor del verano. “Él llegó solito de algún lado del Puerto. Se le hizo la casita y como le falttablon 3aba el techo, yo se lo puse para que estuviera más cómodo. Toda la gente lo quiere porque es súper tranquilito y dócil, no le hace nada a nadie”, señala Padilla.

Hasta la protesta que inundó de dolor a Valparaíso, Tablón era un perro feliz. Tenía su propia casa, alimento y a Eduardo Lara, su compañero, a quien esperaba cada vez que llegaba a sus turnos de guardia. Por eso, cuando no lo vio más, sufrió.

“Se daba vueltas como buscándolo y se quedaba mirando la entrada del edificio. Era muy triste. Lo buscaba porque él siempre estaba atendiéndolo, dándole cariño”, recuerdan los porteños.

Por todo esto, los vendedores del sector se unieron para pedir ayuda a la municipalidad. “Pedimos otra casita porque el Tablón no tenía donde quedarse y ya está acostumbrado a estar aquí con nosotros”, declaró Josefina.

El municipio acogió la solicitud, pero con el compromiso de que todos se responsabilicen del perrito. “Era el perrito que tenía el cariño y la alimentación que le daba nuestro compañero Eduardo Lara. A ratos anda triste porque echa de menos su espacio y a su amo y en esa situación, a nosotros como municipalidad de Valparaíso, el alcalde nos ha pedido que abarquemos dos cosas: una, que le devolvamos al Tabloncito su casita y dos, que en el sector haya una tenencia responsable”, declaró Gonzalo Díaz, Jefe de Operaciones del municipio porteño.

En el lugar también se presentó Marina González, presidenta de la Sociedad Protectora de Animale, quien les entregó tips a los vecinos. “Felicito a las personas que están haciendo este gran acto con este perrito. Yo abogo por la tenencia responsable y todo lo que eso significa, como que el animal nunca sea abandonado y tenga hasta sus últimos días los alimentos y medicinas que necesita. Además, los animales tienen lo que pudiéramos llamar un alma, es decir, tienen sentimientos y en este caso, hay dolor por la ausencia de su dueño y el trauma del incendio”, aseveró.

En eso, la casa de Tablón llegó. Pero como andaba entumido, estaba al lado de un carro de sopaipillas. Así que mientras el municipio y los vecinos instalaban la vivienda forrada a un costado del edificio, Fernando cruzó la calle para buscarlo. “Siempre se va para allá porque le gusta el calor de las sopaipas”, explicó mientras lo traía en brazos a la casa.

Tablón ni se quejó y cuando pisó tierra firme, vio que tenía casa nueva. Movió la cola y sin que nadie le dijera nada, entró a ella y se acurrucó. Y ahí se quedó toda la tarde, regaloneado por todos.

Fuente: La Estrella de Valparaíso