Home Tendencias #VALPARAISO El Santuario Tía Clafira y su lucha por un mundo mejor...

#VALPARAISO El Santuario Tía Clafira y su lucha por un mundo mejor para los animales

0
Imagen referencial

Generalmente cuando pensamos en animales y rescate, rápidamente se nos viene a la cabeza los perros y gatos como seres que necesitan de nuestro apoyo dejando en un segundo plano a chanchos, gallinas, patos, burros, caballos o jabalíes los cuales muchas veces también deben enfrentar realidades de maltrato y abandono. Inspirados en los ideales del veganismo como una forma de vida y con el ánimo de lograr un mundo mejor para todos los animales, el año 2013 Carla Correa Jiménez, con el apoyo de su familia, funda el Santuario Tía Clafira

La motivación del Santuario, desde sus inicios, es   rescatar y ayudar a los llamados animales de granja o mayores, con el fin de que puedan vivir en un ambiente libre y de tranquilidad. En la actualidad viven en una parcela de 9 hectáreas, ubicada en Limache, 130 animales mayores rescatados que día a día pueden caminar por parajes de naturaleza pura que te cautivan y los cuales fuimos a visitar. 

Luego de un viaje de poco más de dos horas entre carreteras y caminos locales, arribamos hasta el Santuario donde somos recibidos por un grupo de cabras y perros de distintas edades que se acercan a nosotros moviendo la cola amistosamente mientras, a una corta distancia, observamos al jabalí caminar pausadamente. Todo acompañado de colinas y amplias zonas verdes, lugares en los cuales los animales disfrutan de su libertad y el contacto de la naturaleza. Sorprende, en una primera instancia, ver a animales de distintas especies interactuar constantemente, sin importar su tamaño.

EPA recorriendo el Santuario Clafira
EPA recorriendo el Santuario Clafira

El comienzo                                                                               

Desde su niñez, Carla demostró un amor y conexión con los animales que la llevaron, según nos cuenta, a rescatar a su primer perro cuando tenía 3 años, hecho del cual ya han pasado 20 años. Fue el comienzo de una serie de rescates que realizó Carla y lo que la motivó, cuando tenía 17 años, a fundar la agrupación Chipote Ayuda. Un rescatar de perros y gatos que, con el tiempo, fue paulatinamente ampliándose a los animales de granja.

Uno de los perros del Santuario, disfrutando el sol de la tarde

“Cuando comenzamos a rescatar animales de granja, desde el año 2012, queríamos abrir a público. En ese tiempo éramos Chipote Ayuda, que rescataba perros y gatos y algunos animales de granja, la gente empezó a pedir que quería visitarlo y que a través de eso podíamos conseguir ayuda y de ahí se decidió abrir.Porque necesitábamos lucas para mantener un poco, pues en ese tiempo mi papá tenía mejor situación económica y un día abrimos, trabajamos un mes antes a full, un montón de gente se puso a trabajar. Funcionó todo rápido, fue genial.Comenzó a crecer y necesitábamos ponerle un nombre, pensamos ponerle Granja Chipote y dijimos que no pega, además de que en ese momento Chipote Ayuda estaba decayendo por falta de voluntarios – lo típico de las organizaciones-“, recuerda Carla Correa, en conversación con EPA news, respecto a los primeros pasos de lo que tiempo después sería el Santuario Tía Clafira.

La apertura del Santuario sucedió el año 2013, cuyo nombre fue en homenaje a la tía que crió a  al Papá de Carla, la fundadora, llamada Clafira. “Mi Papá quedó huérfano al año de vida, él es el hijo de la nana y el patrón. Es una persona natural que sufrió mucho por ser Correa-Correa, pero cuando fue abandonado lo dejaron a cargo de su Tía Abuela, o en realidad a quien le tocó. Esa Tía Abuela jamás en la vida pudo tener hijos y crío muchos niños que si bien tenían padres, eran despreocupados. Te estoy hablando de los años 44.”, explico Carla. Fue precisamente la Tía Clafira que le inculcó el amor a los animales.

“Más allá de que ella le haya fundado ese amor por los animales, es algo que va en nuestros genes. Ella tenía una gran cantidad de animales y mi papá me cuenta que eran 100 conejos, 100 patos, un chancho regalón. La gente se comía a los animales en el campo, pero mi papá no podía ver como lo mataban: una vez vio cómo iban a matar a un chancho y con el mismo machete salió persiguiendo al tipo que iba a matar al chancho. Iba a las perreras y liberaba a los perros, en esos años. Pero si come carne, a sus 73 años  no se puede hacer nada contra eso, eso si sabe que está mal y si hubiese nacido en estos tiempos quizás hubiese sido vegano desde muy pequeño”, reflexiono Carla, mientras un grupo de los perros que habitan el Santuario se ubican  alrededor a dormir y a pedir cariño en la cabeza mientras ellos apoyan la suya en nuestras piernas.

Uno de los chanchos paseando por el Santuario Clafira

Fue un pato el primer animal rescatado que arribó al Santuario, recuerda Carla, llegando rápidamente otras especies también al lugar. “Primero llegó un pato, luego un chancho el Wilfredo, después llegó una yegua que es la Pancha – la más clarita- , una vaca, un chivo, así empezó a crecer. Hoy en día hay más de 50 aves, 15 animales – entre vacas, burros y caballos-, 15 cabras, dos ovejas, 10 chanchos, un jabalí, 22 perros, 7 gatos y ahora vienen dos patos en camino (llegaron mientras estábamos en el lugar)”, comento Carla.

Si bien Carla reconoce que nunca soñó con tener un santuario de animales cuando niña, como es su caso actual, cree que el deseo de rescatar no sólo perros y gatos sino también animales de granja respondió a una necesidad detectada de que muchas especies no eran consideradas como seres que requerían ayuda y, por cierto, una ampliación de su círculo de empatía hacia nuestros hermanos menores.

“Se veía la necesidad de un montón de especies que no eran consideradas y que necesitaban un espacio físico donde vivir. Mucha gente nos dice aquí tienen muchos animales, entréguenlos en adopción y tú dices ¿Qué va a estar haciendo un burro viviendo en la casa de x persona que va una vez a su parcela y que se lo pueden robar?. Es lo mismo que los cuatreros, a la gente que casi siempre le roban es casi siempre porque tienen a los animales sueltos y no tienen idea de lo que pasa con el animal, los vienen a soltar o a encerrar en la noche. Es muy distinto a lo que hacemos nosotros”, señalo al respecto Carla.

Un lugar que crece para los animales

Las primeras líneas de la historia del Santuario comenzó a escribirse en la parcela que arrendaba la Familia Correa frente al Cementerio de Limache, un lugar donde llegaron poco a poco los habitantes del Santuario. “Vimos la necesidad de contar con un espacio donde pudieran estar estos animales, contábamos con la parcela desde donde nos desalojaron. Mi papá la arrendaba y él tenía prohibido tener animales, la arrendó con fines comerciales y la señora nunca le hizo el trámite para ocuparla con lo que quería, perdió casi 30 millones que invirtió ahí y mi papá dijo pucha si no puedo hacer nada, tendré animales. Si ella faltó a su primera palabra, ¿por qué yo no?”, recuerda  Carla en cuanto a los primeros pasos de la iniciativa.

“Estuvimos un año con el nombre de Granja, para nosotros una granja no es necesariamente una granja educativa sino es un lugar donde hay animales que son considerados de granja. Comenzó a ser muy mal visto el nombre, que aquí y allá, nosotros dijimos igual cumplimos la función de un Santuario. Para mí, un Santuario no es un terreno chico, tiene que ser un espacio amplio como este para que no estén en un pedacito: nosotros teníamos (en el antiguo lugar) una hectárea y media y yo lo encontraba muy chico. Nosotros queríamos comprar dos hectáreas, pese a que no teníamos la plata, pero ¿Qué sacábamos con comprar un espacio más chico, donde los animales estuvieran hacinados?”, acoto Correa.

La parcela que arrendaban se las pidieron, teniendo como plazo tres meses para desocuparla. Un dilema complejo, pues los días avanzaban y no había lugar para que humanos y animales se pudieran trasladar. El sueño de Carla y su familia, en aquel entonces, era comprar un terreno definitivo para el Santuario: para lograrlo se inició una campaña para conseguir los recursos necesarios, la cual contó con el apoyo del filántropo chileno Leonardo Farkas.

Un animal en libertad

“Antes de llegar acá estuvimos en un lugar provisorio. Porque cuando nos desalojaron, que fue con Carabineros, teníamos una fecha de salida donde este terreno (el actual) todavía no estaba comprado – de hecho el cheque de Leonardo Farkas llegó recién en Febrero, imagínate la campaña se hizo en Septiembre y cuando estaba todo listo del terreno ellos dijeron ya ahora. De hecho el cheque nunca pasó por mis manos, fue la foto y se los pasé, lo dejaron en la notaría e iba a nombre del sueño; la gente nunca lo entendió así: pensó que la plata pasó por nosotros, la malgastamos y que trece millones es demasiada plata, eso cree la gente. ¿Qué se puede hacer con un millón de pesos?, nada”, explicó Carla.


Carla Correa, fundadora del Santuario Tía Clafira, posando con los cheques con los que se compró el terreno definitivo del Santuario

La campaña, incluyendo el aporte de Farkas, logró reunir un total de 37 millones de pesos, de los cuales se invirtieron 34 millones en la compra del actual terreno y los restantes millones se han ocupado en la construcción de los corrales para los habitantes del Santuario. En la actualidad viven ” cuatro caballos – un potrillo, dos yeguas y un potro que está por castrarse- , tres vacas – de esos son dos toros-, ocho burros de los cuales hay un macho que está castrado y siete hembras, hay 15 cabras, 10 cerdos, una jabalí, 7 conejos, dos cuyís, 9 gallos, ocho gallinas, 6 ganzos, dos pavos, 25 patos y los perros”, nos cuenta Carla.

Los perros “pocas veces lo contamos, pues si bien son parte de la familia los gastos de ellos los cubrimos nosotros, son gastos de nosotros. De hecho en muchos lugares los gastos de humanos también se consideran, en nuestro caso noo, siempre nos mantenemos al margen: yo vendo mis productos, Gabriel ( su pareja) vende sus productos y trabaja con mi papá. Vivimos de una manera súper austera en general, así que no tenemos grandes gastos. Eso si en el caso de los voluntarios muchas veces se generan gastos por bencinas, esas cosas para ellos si se saca del presupuesto del Santuario no tanto tampoco”, explica la fundadora del Santuario, mientras un can cafecito duerme tranquilamente en sus piernas.

“Si utilizamos a los perros que son parte del Santuario, es para conseguir un descuento de alimento, pues gastan casi un saco diario de comida y no comen comida mala. Ahora están comiendo Champions y un año comieron Dog Chow. Si tú los ves, todos andan bien y en cierta fecha, las peluas comienzan a ir a la peluquería y los más viejos también, para que los puedan masajear”, agrega Carla respecto a los perros.

Los habitantes del Santuario

La mayoría de los animales que actualmente habitan el Santuario tiene detrás una historia de sufrimiento o de necesidad de ayuda urgente, para evitar precisamente dicho sentimiento. Un ejemplo de esto último es la historia de dos patos que arribaron hasta el lugar mientras nos encontrábamos allá, estos animales vivían con un hombre que fue diagnosticado con cáncer.

“El caballero  tiene un cáncer terminal y lo desalojaron de su casa porque el caballero dejó de trabajar, le duele todo. Una vecina se contactó con nosotros para ver si podíamos a recibir los patitos, el señor pasa todos los días con sus patitos afuera y su señora lo abandonó, por esta cuestión del machismo que tiene la gente este tipo no sirve porque ya no trabaja y no me va a traer plata dicen muchas mujeres. Lo abandonó porque era inútil para ella, imagínate quedar solo con un cáncer terminal y ser desalojado por no pagar el arriendo de su casa. Prefiero buscarle casa a los patos, porque o sino iban a quedar en la calle con él”, señalo Carla.

La situación de los patos y su antiguo dueño marcaron a Carla, según nos explica. “Para mí esa historia es súper fuerte, porque a diferencia de mucha gente vegana o vegetariana y animalistas que odian al humano, yo empatizo demasiado con el humano. Hemos rescatado a 5 humanos, ya ninguno vive acá, 5 humanos que estaban en situación de calle. Yo desde muy pequeña que ayudaba en centros sociales, tomas, mi papá ha sido dirigente social toda la vida y eso estaba en nuestro ADN. Esa es la historia más potente ahora, que conlleva un humano”, acota Correa.

El maltrato animal también está presente en la historia de los animales, a través de la yegua Pancha, que fue la primera en llegar de su especie al Santuario.

Pancha, la primera yegua en llegar al Santuario

“La Pancha, la yegua de color baya, fue la primera yegua en llegar acá. Le pegaron unos machetazos en la cabeza, con la intención de faenarla y como a pesar de ser dócil, es pesada y logró arrancarse: quedó vagando por la zona poblada de Valparaíso, en Placeres, estuvo casi un mes caminando hasta que nos avisaron. Mi papá fue a buscarla, le puso un cordel y se fue caminando con ella – siempre en los rescates está mi papá, porque es el que más maneja, mi hermano ha ido aprendiendo y yo tengo toda la técnica y la teoría-. La trajimos y tenía una herida bien expuesta, tenía su cráneo expuesto pues su capa de piel es delgadita y con el tiempo se fue recuperando. Es súper dominante, le encanta morder y pegar patadas principalmente a las mujeres – no se porque odia tanto a las mujeres- y ha mordido un montón de pezones, espaldas de todo – las pololas de mi hermano, todas se han ido con un mordisco-. Además, la Pancha es la regalona de mi hermano, le puede silbar estando allá arriba y ella va hacia donde está el. Hay una conexión super linda entre ellos”, cuenta Carla, mientras unos burros recorren y pastean cerca de nosotros.

El día va avanzando y ya es hora de que los animales regresen a sus corrales, después de un día de libertad. Un momento especial del día en el que paulatinamente hay que comenzar a arriar a los habitantes del Santuario a sus respectivos corrales, algunos de los cuales, al igual que los niños, se resisten a entrar a sus corrales. Un momento que Carla disfruta especialmente, pues “voy feliz riéndome y los miro corriendo o comiendo : encuentro todo maravilloso aquí, excepto las torres pero después digo gracias a ella el terreno me salió más barato”, señaló Carla al respecto.

Toda la ayuda que se desee hacer al Santuario, se debe realizar mediante transferencia o depósito a la Cuenta Vista del Banco de Chile número 077480047507, a nombre de Carla Correa, rut 18236715-K, email de confirmación santuario.tiaclafira@gmail.com.

Vemos como , poco a poco, comienzan a llegar los caballos, las cabras, chanchos, patos, el jabalí y los burros, por mencionar algunos, a sus respectivos corrales. Un transitar continuó de animales que van a a guardarse, luego de otro día feliz.

Ya es hora de partir y regresar a Santiago, dejando atrás a decenas de animales que disfrutan un amplio espacio para jugar y disfrutar de una buena calidad de vida. Los paisajes y vistas hermosas del lugar en un par de horas son remplazadas por tacos y edificios que nos reciben en nuestro retorno a la capital.

Si desea ver más imágenes del Santuario, haga clic aquí

Producción: Ariel Martínez Díaz /Fotografías: Ariel Martínez y Archivo Santuario Tía Clafira.

Salir de la versión móvil