#VALPARAISO Carla Correa y el Santuario Clafira “Se veía la necesidad de un montón de especies que no eran consideradas y que necesitaban un espacio físico donde vivir”

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Cuando pensamos en animales mayores o de granja y rescates, uno de los nombres que se nos viene a la cabeza es de el de Carla Correa Jimenez, una chica de 23 años que desde chica se la ha jugado por el rescate y construcción de un mundo mejor para los animales. Un propósito que la llevó en el año 2013 fundar el Santuario Clafira, una iniciativa que busca no sólo rescatar a los animales mayores sino también proporcionarle un lugar donde pudieran vivir una vida tranquila y feliz.

Carla y sus perros

Después de un viaje de poco más de dos horas desde Santiago arribamos hasta el Santuario Clafira, situado en la comuna de Limache, donde vemos caminar libremente a vacas, caballos, burros, patos, gallinas, perros y chanchos que están husmeando el lugar. Una imagen que sorprende, en especial si estamos acostumbrados a una vida de ciudad con sus ruidos y su transitar constante de vehículos y personas.

Su infancia, recuerdos de niñez, los inicios en el rescate de los animales, su paso de una dieta carnívora al veganismo, la creación del Santuario Clafira  y sus experiencias de madre y líder social, entre otros, fueron las temáticas que abordamos en una entrevista que se extendió poco más de una hora y donde en todo momento estuvimos acompañado de una decena de perros que nos estuvieron acompañando y exigiendo su cariño. Además de la visita  de otros habitantes del Santuario, como los burros o la yegua Pancha que fue rescatada de los alrededores de Valparaíso.

La Infancia y los primeros rescates 

Al momento de rememorar su infancia, uno de los tópicos que continuamente salen a la palestra es el rescate animal y la ayuda social tanto a humanos como animales. Una filosofía de vida que fue inculcada por su abuela a su padre y su padre a ella y su hermano Ricardo. 

Animales comiendo

«Mi Papá quedó huérfano al año de vida, él es el hijo de la nana y el patrón. Es una persona natural que sufrió mucho por ser Correa-Correa, pero cuando fue abandonado lo dejaron a cargo de su Tía Abuela, o en realidad a quien le tocó. Esa Tía Abuela jamás en la vida pudo tener hijos y crío muchos niños que si bien tenían padres, eran despreocupados. Te estoy hablando de los años 44.Esa tía  tenía una gran cantidad de animales y mi papá me cuenta que eran 100 conejos, 100 patos, un chancho regalón. La gente se comía a los animales en el campo, pero mi papá no podía ver como lo mataban: una vez vio cómo iban a matar a un chancho y con el mismo machete salió persiguiendo al tipo que iba a matar al chancho. Iba a las perreras y liberaba a los perros, en esos años. Pero si come carne, a sus 73 años  no se puede hacer nada contra eso, eso si sabe que está mal y si hubiese nacido en estos tiempos quizás hubiese sido vegano desde muy pequeño», nos cuenta Carla Correa, Fundadora y Presidenta del Santuario Clafira, mientras una gran cantidad de perros nos acompaña dormitando o exigiendo cariño.

Bajo este contexto, desde pequeña Carla comenzó a preocuparse por los animales y a tener una relación especial con ellos. Sus grandes amores de pequeña eran los caballos y los perros.

En el caso de los caballos, la historia de la yegua Pancha, que fue la primera en su especie en llegar al Santuario Clafira luego de ser atacada con dos machetazos en su cabeza, le trae recuerdos de sus experiencias con dichos animales a lo largo de su infancia y adolescencia.


Pancha, la primera yegua en llegar al Santuario Clafira

«Le pegaron unos machetazos en la cabeza ( a la Pancha), con la intención de faenarla y como a pesar de ser dócil, es pesada y logró arrancarse: quedó vagando por la zona poblada de , en Placeres, estuvo casi un mes caminando hasta que nos avisaron.  Tenía una herida bien expuesta, tenía su cráneo expuesto pues su capa de piel es delgadita y con el tiempo se fue recuperando. Es súper dominante, le encanta morder y pegar patadas principalmente a las mujeres – no se porque odia tanto a las mujeres- y ha mordido un montón de pezones, espaldas de todo – las pololas de mi hermano, todas se han ido con un mordisco-. Además, la Pancha es la regalona de mi hermano, le puede silbar estando allá arriba y ella va hacia donde está el. Hay una conexión super linda», explica Carla.

Carla Correa conversando con EPA news, acompañada por algunos de los perros que actualmente habitan el Santuario

«A mí me dan miedo un poco los caballos, cuando chica me pillé una pelea de potros: fue terrible, rompieron una casa completa y yo arriba de un poste llorando, con miedo pues a mí me encantaban mucho. De hecho, había una yegua que todos los días me iba a buscar a mi casa pues yo no tenía patio, caminaba diez kilómetros de su casa para verme. Había una conexión muy linda con ella, la yegua se ahorcó porque los dueños la amarraron para que no se arrancará y me fuera a ver. Después de la pelea de los potros, no me pude acercar a los caballos por mucho tiempo hasta que con la Pancha pude recuperar la confianza, aunque no es la más idónea (risas)», señala la fundadora del Santuario que actualmente alberga a 130 animales.

Por su parte, la historia con los perros es similar a la de los caballos. «Cuando tenía 5-6 años un perro me rasguño  acá (indica debajo de la nariz) y me separó  el labio,  me partió los labios quedando como labios leporinos. Me tuvieron que poner 4 puntos y tuve que comer todo con bombilla y no me acerque a los perros como en tres años», recuerda Carla. El acercamiento nuevamente con los perros fue gracias a su papá, que la motivó a nuevamente recuperar su pasión por estos animales.

 «Me  decía ( papá) que no le podía tener miedo a los perros, porque a mí me encantaban – el primer perro que rescate tenía 3 años, me lo llevé a la casa, lo metí adentro pues no tenía patio y mi papá le hizo una casa afuera, salió a verla y la entró, ahí perdió. Metí a culebras, conejos, otro perro, gatos etc. Mi mamá me cuenta que cuando era niña, tenía el pelo igual de largo que ahora, vivíamos en una calle donde llegaban otras calles (Nota de la Redacción: parecido a una punta de diamante) y yo me iba corriendo todos los días persiguiendo a un perro, todos los días ahí había un accidente por mi culpa o todos los autos quedaban parados. Mi mamá tenía negocio, ahí me tenían en un tambor para que no me arrancará, cuando aprendí a escalarlo ya no tenían opción, mi mamá estaba atendiendo y yo me desaparecía persiguiendo a los perros. Es algo que viene de siempre», rememora Correa.

«Nuestro papá nunca nos dejó tener animales, porque no teníamos patio, pero estaban afuera igual que ahora. En las noches los entrabamos y en los días de lluvia, no salían y cruzaban la calle si lo hacían conmigo. Era un perro de nosotros y cinco perros más, que se entraban a dormir todos los días en la parte del negocio», añade Carla. De los primeros perros rescatados por la animalista, solamente va quedando Bolocco.

Carla Correa junto a Bolocco, una perrita que rescató a la edad de 8 años

«Por ahí está la Bolocco, la última perra que va quedando de esos tiempos, yo la rescaté por allá el 2000, cuando yo tenía ocho años. Creo que fue un poco antes, según yo, calculando desde 1999 para delante, tiene 17 años. Le ha pasado de todo, la ha atropellado el camión, mi papá la ha atropellado – es más piti- y ella tiene una tendencia a tirarse al auto, está sorda y siempre se tira a las ruedas. No a ladrar, no sé si se quiere suicidar y le ha pegado también la Perla ( otra perrita). Es como estas viejitas, que son seniles, aparece por ejemplo a las doce de la noche pidiendo la comida que serví a las seis. La queremos un montón, anda toda piñufla y ella es la que siempre va a la peluquería, para que la masajeen y la traten como la reina que es de este hogar», nos cuenta Carla mientras vemos a lo lejos algunos de los burritos del Santuario caminar tranquilamente.

Los inicios en el activismo pro animal 

Motivada por su papá y también por decisión propia, desde pequeña Carla manifestó su deseo de ayudar a los animales y a las personas también. Una filosofía de vida que la llevó, cuando tenía 17 años, a fundar la agrupación Chipote Ayuda la que dio paso, en definitiva, a lo que hoy es el Santuario Clafira.

«Cuando comenzamos a rescatar animales de granja, desde el año 2012, queríamos abrir a público. En ese tiempo éramos Chipote Ayuda, que rescataba perros y gatos y algunos animales de granja, la gente empezó a pedir que quería visitarlo y que a través de eso podíamos conseguir ayuda y de ahí se decidió abrir.Porque necesitábamos lucas para mantener un poco, pues en ese tiempo mi papá tenía mejor situación económica y un día abrimos, trabajamos un mes antes a full, un montón de gente se puso a trabajar. Funcionó todo rápido, fue genial», recuerda Carla.

Así comenzó a pasar el tiempo, donde empezó a crecer la iniciativa. » Necesitábamos ponerle un nombre, pensamos ponerle Granja Chipote y dijimos que no pega, además de que en ese momento Chipote Ayuda estaba decayendo por falta de voluntarios – lo típico de las organizaciones-. Yo lo fundé cuando tenía 17 años y solamente había gente joven, porque todas las señoras pro eutanásicas no iban conmigo, yo tenía ideas que eran súper locas. Cuando lo formé un montón de gente me odió, porque decían que tiene que estar haciendo una cabra chica  esterilizando 500 perros al año. Dijimos, entonces, coloquémosle el nombre de la Clafira, la verdad de las cosas el nombre es Clasfira», explica Correa.

El Santuario Clafira nació el 2013 a partir de la detección de una necesidad de contar con un espacio para el rescate y la estadía de los llamados animales mayores que, hasta entonces, no existía.

«Se veía la necesidad de un montón de especies que no eran consideradas y que necesitaban un espacio físico donde vivir. Mucha gente nos dice aquí tienen muchos animales, entréguenlos en adopción y tú dices ¿Qué va a estar haciendo un burro viviendo en la casa de x persona que va una vez a su parcela y que se lo pueden robar?. Es lo mismo que los cuatreros, a la gente que casi siempre le roban es casi siempre porque tienen a los animales sueltos y no tienen idea de lo que pasa con el animal, los vienen a soltar o a encerrar en la noche. Es muy distinto a lo que hacemos nosotros», indica Carla.

Un trabajo en pro de  los animales mayores a través del Santuario Clafira  que desde entonces no ha parado, el que hace algunos meses, luego de una intensa campaña, logró contar con un terreno definitivo de 9 hectáreas en la comuna de Limache donde viven los animales.

La muerte de los animales 

El fallecimiento de nuestros animales es una de las realidades que debemos convivir y lidiar con ella, no siendo la excepción la familia Correa y el Santuario Clafira. Un proceso que en este lugar es vivido de una manera distinta por sus miembros.

«Es súper cómico a mi parecer, porque a mí mi papá me crió enseñándome que es la muerte. La muerte, para mí, no es nada, es sólo un proceso: me puede dar pena – no lo descarto-, pero está siempre dentro de un proceso y por eso no veo a la muerte, como el resto de la gente, que lo asocia a ese gran dolor», explica Carla.

La muerte de los habitantes del Santuario son vividas, bajo este contexto , de igual forma. «Aquí (las muertes) han sido a causa de enfermedades o que se rescató mal  y no va a sobrevivir. Puedo sentir una impotencia, respecto a su situación anterior pero la muerte como tal no me produce mucho. Yo creo que la única persona que me va a afectar un poquito es mi papá y no sé qué tanto: siempre conversamos el tema de la muerte  con mi papá, le decimos mejor no te vamos a enterrar sino cremar. Mi papá siempre me ha dicho no me tienes que llorar cuando yo muera, somos súper cariñoso y afectivos pero súper fríos en ese tema como familia», añade Carla.

Sin embargo, aclara Carla, que asociar a la muerte como un proceso y no como un momento de dolor no equivale a recordar a la persona que ya partió.

«Nosotros siempre recordamos a todos, creemos que las personas y los seres se mantienen vivos gracias al recuerdo, sólo al recuerdo. Recordamos las anécdotas, nos reímos siempre, con alegría y jamás con pena. Quizás al comienzo, pues siento que la pena es parte de un proceso también pero no puedes quedarte en eso: tienes un montón de otros seres que están pendientes y necesitan de tu ayuda, puedes seguir salvando más. Entonces quedarse mucho en la pena, te absorbe mucho, es como un cáncer que destruye a las familias. Pasa eso porque la gente le tiene miedo a la muerte, no se quiere morir: esto independiente de la forma, la mayoría quiere morirse muy ancianos, en el sueño y sin dolor. La gente casi quiere creerse inmortal, ojala morirse a los 100 años y no piensan en el proceso que pasa en esos 100 años.Mi papá dice, desde chica, me decía cuando te titules me des una solución eutanásica y sería . Siempre hablamos con nuestro hijo de esto, jugando», señala Carla al respecto.

El camino hacia el Veganismo 

Carla, desde pequeña, tenía una dieta carnívora que con el pasar del tiempo fue poco a poco cambiando  al veganismo hasta transformarlo en su filosofía de vida.

-Pensando más en el pensamiento que sustenta el Santuario, ¿Qué te motivó a ti ser parte del veganismo?

«Esto mismo, vivir  con ellos. Como yo te decía, cuando partí rescatando animales….yo fui vegetariana el 2014 y partí rescatando animales el año 2012, me costó. Yo tenía un tremendo discurso frente al veganismo y lo daba, pero me estaba comiendo un pollo o un pedazo de carne, así estuve hasta Abril del 2014. A mucha gente le complicaba eso, pero yo les decía pucha yo lo voy a hacer por las personas no por los animales.

¿Cuál era mi mayor conflicto?, el sabor: jamás voy a decir que nutricionalmente, para mí eso es pura palabrería y ¿por qué?: pues me informé y sé que perfectamente me podía mantener adecuadamente a base de vegetales, no estoy hablando solamente de lechuga.

El tema es el sabor, era de las personas que iba a un asado y me comía dos kilos de carne, pasaba la tabla frente tuyo y cooperaba el resto, y me pasa eso hoy en día con el ceitán: cuando hacen ceitán asado pasa lo mismo, soy fanática del ceitán y todo lo que asimile el sabor a la carne, las formas, las texturas. Me  encanta que el veganismo tenga esa opción, que no sean comidas fomes y que sean comidas ricas, las cuales asimilen a la carne y lo cual es genial por la gente que no le gusta la carne.

Hay un montón de gente que le gusta la carne y si tienen opciones similares, que no signifiquen la muerte de un animal o lo que conlleva en general el consumir un pedazo de carne de origen animal, me parece genial que estén estas opciones. Me parece maravilloso ese avance de la tecnología y la cocina., además que son ricas en proteínas: entonces no es como comerte una vienesa de pollo o cerdo que te aumenta el colesterol y aumenta los riesgos de que puedas tener cáncer, lo que no se da al comerte una salchicha vegana que te está aportando once gramos de proteínas al día. Es una maravilla».

-¿Cuál es tu pensamiento frente a las personas que consumen  carne?

«Creo que es un tema de educación, siento que si las personas supieran lo que conlleva comer carne mucha gente no comería, todo lo que se ve en el matadero. La visión en el campo es súper distinta, porque están acostumbrados a eso: pero si tuvieran otra visión de los animales, probablemente no lo matarían.

Hay gente que en el campo dicen que el animal está para esto y yo igual lo veo libre, que está suelto y pastando donde yo le sacó leche. Pero, ¿Qué pasa con el ternero que nace y que en un momento va a ser faenado?, ahí te puedes comenzar a cuestionar un montón de cosas. Pero, por ejemplo, mi papá y mi hermano comen carne, Gabriel dejo de comer carne hace seis meses y jamás lo apuré –nunca le dije que si tú sigues comiendo carne, yo voy a terminar contigo- y mi hijo fue vegetariano sus dos primeros años de vida y se sentó frente a sus tatas, les pidió carne. Acá por lo menos Edwards no come, eso sí le explicamos todo lo que significa un trozo de carne: le preguntas que es carne y dice animales muertos.Pero, él ha visto muy distinta la muerte de lo que es.

Aquí se nos han muerto varios animales, como Luismi el del carrito que falleció por una insuficiencia renal –que fue lo último que se le pilló-. Imagínate si para un gato una insuficiencia renal ya es complejo, para un ternero que la medicina es re poco avanzada»

EPA news compartiendo junto a uno de los burros del Santuario

¿Crees que falta conciencia en este país respecto a lo que significa comer carne, en especial los niños?

«Si, yo creo que eso es a nivel más mundial: se nos está diciendo constantemente que hace bien, pues si bien aporta muchos nutrientes se pueden remplazar, ese es el tema. No me convence cuando la gente dice tomar leche hace mal, es una fuente de calcio perfecta pero hay remplazos de la leche. La gente tiene que educarse en esos remplazos, vea que están estas opciones, pero no se les muestra. Además que muchas veces el veganismo es parte de una élite, por eso los productos son carísimos: ¿Qué tan accesible es para la señora que vive con cinco niños darle una leche que no sea la que le dan en el consultorio?».

-Dentro de los planes futuros que ustedes tienen, además de crecer como Santuario, ¿contemplan desarrollar iniciativas de educación e información del veganismo?

«Si, de hecho cuando abríamos a público se le hablaba de estas opciones y teníamos degustaciones de productos. Por ejemplo, la última que hicimos fue a unos alumnos de la carrera de Turismo, estaban hablando de eco turismo donde se hacen intervenciones grandes, ellos estaban buscando algo mucho más rural y  se toparon con esto ( el Santuario). Eran como 50 jóvenes, se les habló de veganismo, no como una secta o algo satánico, sino como lo más normal posible para que la gente lo entendiera. Les dijimos estas son las opciones, las mismas opciones cárnicas que tú conoces a través de vegetales. Se les mostró y se les dio salchichas,  salame, humus que se hace en base a garbanzos y que es un pate, además de explicarles la importancia de estas opciones desde lo nutricional.

Yo siempre trató de acercarme a lo nutricional, muy apegada al tema científico. Jamás me verás hablando que la pachamama me dio esto, creo un poco en eso pero más que nada en la naturaleza. Cuando la gente me dice que puede hacer leche de almendra en su casa, yo le dijo que es agua de almendra y les señaló que compren esa leche en el supermercado, aunque cueste una luca más, pues viene fortificada y te va a servir. La idea es que no tomes algo que no te vaya a servir.

Siempre les habló de lo nutricional, de las posibilidades que hay hoy en día y de que si el mercado tiene una gran demanda los productos van bajando sus valores.

La gente puede acercarse a esto, el problema es que los mismos veganos tienden a cerrarse y a decir tú que comes carne, eso genera fácilmente una agresividad en la persona que come carne. Aquí no pasa por un tema de quién es mejor vegano, si quieres hacer eso hazlo sólo y encerrado, pero no alejes a las personas que puedes acercar. Decir tú animalista que rescatas perros y gatos, pero te comes las vacas, yo hice eso en algún minuto y ahora soy vegana ¿cuál fue mi cambio?: amplié mi círculo de empatía. Si yo respeto a los perros y gatos, ¿por qué no puedo respetar a las vacas y los caballos o a las vacas o los cerdos?, es cosa que alguien me ayude con eso»

-Hay desconocimiento de las personas

«Si, cada vez se va ampliando esa conciencia. Los niños van evolucionado, porque cada vez son más intolerantes a la lactosa y a la proteína de la vaca. Si bien para los padres eso es un problema, no saben que existe una amplia gama de productos, proteínas y nutrientes que van a encontrar en los vegetales. Mucha gente se complica demasiado en la alimentación de los niños, sobre todo cuando no quieren comer carne.

 Por ejemplo, esa vez que Edwards comió carne no le pasó nada, porque durante toda su gestación y cuando lo amamanté comía yo carne. Después no quería comer huevos, porque decía que desde ahí nacían pollos., él mismo se iba generando esa conciencia Cuando él tenga 100% claro lo que conlleva comer productos animal, va a decir eso no lo voy a comer nunca más y eso lo tengo claro. Si su papá lo logró, lo va a lograr él. Cuando lo llevamos al control de salud, siempre le decimos a las nutricionistas o a los enfermeros que él tiene una dieta vegetariana, algunas me dicen no eso es imposible y ahí yo les dijo no me puede decir que esto es imposible, tengo todos estos estudios que respaldan un montón: son de entidades dietéticas y de la OMS. Si usted no los ha estudiado, tome se los entrego y usted como profesional de la salud debería estudiarlos porque está en un universo de gente que tienen un montón de tendencias. Si el profesional de la salud no lo entiende, ahí hay un problema y uno puede dejar un reclamo para que se oriente un poco más».

-¿Podemos hablar de ignorancia?

«Si, a nivel profesional. Acá en Limache nos topamos con todo lo contrario, las enfermeras tenían una referencia genial del vegetarianismo y veganismo: una persona de Elige Veganismo, que tomó otra conducta donde educan demasiado a la gente, él es psicólogo del Centro de Salud Primaria de Limache y allí toda la gente avala el veganismo y el vegetarianismo. Fue una maravilla, sobre todo en el sistema público ya que la mayoría es en el sistema privado los que puedan ir las personas que son veganos o vegetarianos».

-Pasa mucho que cuando uno va a un restaurante, uno consulte por una opción vegetariana y te dicen

«Pollo»

-O ensalada

«Si, es terrible. Yo no como ensalada, me carga».

-Es rico y todo, pero estar todos los días comiendo ensalada no es muy motivante

«Yo comencé a comer lechuga hace muy poco, porque Gabriel la prepara con demasiado limón, logra un punto perfecto. Si tienes menos del limón que me gusta, no me la como. Le saco la lechuga siempre (risas)».

Sus sueños y metas en la vida 

Uno de los convencimientos que nos queda, al escuchar a Carla a lo largo de la entrevista, es que se trata de esas personas apasionadas y dispuestas a cambiar el mundo donde siempre están pensando como enfocar el trabajo a realizar para cumplir con el propósito trazado.

En este sentido, Carla señala que si bien desde niña su deseo era ayudar a los animales nunca se imaginó que dicho propósito se iba a gestar a través de un proyecto como es el caso del Santuario Clafira. «La verdad de las cosas yo nunca pensé que iba a tener un santuario de animales, siempre me han gustado los animales. Pensaba irme a África para ayudar a refugios, algo que lo voy a hacer igual y alguien se va a quedar acá. Mi pasión es viajar, lo que no he hecho estos últimos años por distintos motivos, principalmente monetarios pero cuando estén mejores las condiciones económicas lo haré. Lo tengo por seguro, por fin podré contratar a alguien», manifiesta Carla.

La posibilidad de poder vivir con animales de distintas especies y poder interactuar con ellos es, según ella, una experiencia que la cautiva.»Yo los veo a ellos (los animales) y me encanta esto, un rato tengo que salir a entrarlos: una amiga que nos apoya, le gustan los animales pero no le gusta entrarlos, se cansa y nos manda a la cresta. Gabriel ( su pareja) sale a trabajar con el fin de pagarle a ella, ha sido de gran ayuda ella porque así podemos salir a hacer trámites –hemos retrasado un montón de trámites, por no tener tiempo-. Los otros voluntarios tampoco les gusta entrarlos, dicen tengo que caminar mucho y me demoro una hora, yo voy feliz riéndome y los miro corriendo o comiendo : encuentro todo maravilloso aquí, excepto las torres pero después digo gracias a ella el terreno me salió más barato», explica la animalista.

En cuanto a sus metas y proyectos futuros, Carla se describe como una persona que se siente satisfecha y feliz. «Me siento una persona súper satisfecha, quiero volver a estudiar y dentro de lo personal no animal me gustaría adoptar. Me interesa mucho poder generar una condición económica para poder adoptar niños, no pienso parir más y de hecho no hubiese parido nunca – parí, me hice responsable y me encanta mi cabro chico, es igual de loco que mi papá y yo-. Mi sueño siempre ha sido adoptar niños, pese a que tengo muchos niños a mi cargo (animales) me encantaría hacerlo con niños humanos: me encanta mucho ayudar a personas. A los 7 años les robaba plata a mis papás, para sacar niños de hogares y alimentarlos con comida rápida», comenta al respecto Correa.

El reloj ha avanzado rápidamente y ya es hora de entrar a los animales a sus respectivos corrales, algunos de los cuales se resisten y tratan de escaparse, un auténtico juego para ellos. En unos pocos minutos, vemos como caballos, yeguas, patos, chanchos, burros y un sin fin de animales llegan a sus respectivos sitios donde reciben su respectiva ración de comida. Ya es hora de partir y regresar a Santiago, el cual nos recibe con sus tradicionales tacos al cabo de poco más de dos horas de viaje.

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Producción: Ariel Martínez /Fotos: Archivo Santuario Clafira y Ariel Martínez.