Rafael Gumucio y los animales: “Humanizar a los animales es un retroceso evolutivo, un reblandecimiento mental”

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Hace algunos días el escritor y columnista de medios de comunicación, Rafael Gumucio, lanzó el libro Contra la Inocencia (Alquimia): una publicación de cinco ensayos breves en los cuales analiza el ideal de belleza en los seres humanos y, como es su costumbre, arremete contra el movimiento animalista. Un tópico que abordó en profundidad durante una entrevista con el Semanario The Clinic y también en el texto recientemente publicado.

A su juicio, uno de los principales problemas que tiene el movimiento animalista es la generación de un proceso del predominio de los sentimientos en la relación con la naturaleza. “

Me parece que sentimentalizan nuestra relación con la naturaleza, pensando que el sentimientgumucioo es lo mismo que la razón. Si bien los hombres somos animales, ellos ignoran nuestra capacidad de hacer el bien y el mal, de elegir entre el bien y el mal. Me parece que esa capacidad –incluso de ser cruel y sacrificarnos gratuitamente– no es un error sino nuestra gracia. Es lo que nos hace únicos como especie y lo que a mí me interesa de ser hombre: todo lo que escapa a la necesidad y al instinto, la conciencia. Y en cierto animalismo veo que se banaliza la conciencia hasta convertirla en un problema y no en una fiesta”, explica Gumucio.

En este sentido, frente a la interrogante de que el trato que se le da a los animales es un asunto de conciencia el escritor se defiende. “Estoy de acuerdo que el trato que le damos a quienes no se pueden defender, nos define como persona. Que es éticamente superior pensar en los que no pueden pensar, y preocuparse de los que no pueden rebelarse. Pero estoy en desacuerdo en usar la voz de los que no la tienen para decir mi propia frustración, mi propio abandono, mi propia soledad. No estoy de acuerdo en que debamos volver a la manada donde los fuertes siempre ganan la batalla”, puntualiza Gumucio.

De acuerdo a Gumucio, el accionar del animal responde a una lógica de odio hacia el animal que se manifiesta en desconocer el estado de nuestros hermanos menores en la naturaleza. “Descubrí que el animalismo es una visión ética que parece buena onda, pero que en el fondo es fruto del capitalismo. La ley de la jungla tiene dos lados: el capitalismo que dice que el mundo es una jungla y el lado animalista que dice que nosotros somos Mogwli y que estamos en el Libro de la Selva. En el fondo, el animalismo es un odio al animal.Es un desconocimiento total del animal. Es tratar al animal como uno mismo: pensar que el toro siente lo mismo que yo, o que piensa igual que yo. El problema de cierto animalismo es su imposibilidad de concebir la otredad del animal”, manifestó el columnista.

Los animales, asimismo plantea Gumucio, no tienen derechos por no ser sujetos de razón. “No es sujeto de derecho ni un ser razonable. Tampoco tiene deberes. Si tuviera derechos, tendría deberes. Mis hijos tampoco tienen deberes y derechos. Yo soy el guardián de mis hijos y yo pago por los destrozos que ellos hagan. Y si yo los maltrato, también pago yo. No son menos personas por eso. Esa idea de que las distintas categorías son iguales, no. No le puedo leer la ley al perro y decirle si está favor o en contra. Es una crueldad si lo someto a la ley. Si el perro roba, ¿lo voy a tomar preso? ¡Si el tipo no sabe lo que es robar!”, comenta el escritor.

Los rodeos o corridas de toro , respecto a los cuales se está luchando a nivel mundial para su erradicación definitiva, Gumucio los califica como rituales de paso o fiestas asociadas a las actividades de los seres humanos.

“Son metáforas, ritos de paso, fiestas que cuentan una historia que todos los hombres vivimos: la lucha por vencer fuerzas superiores a nuestra fuerza. Es la historia de la derrota de esas fuerzas y del enfrentamiento del hombre con los animales que los asustaban y que aprendieron a domesticar para construir, sobre esa domesticación –a veces violenta, a veces absurda, como en el caso del rodeo–, la cultura agropecuaria sobre la que se fundó nuestra civilización”, agrega Gumucio. Las lógicas de estas prácticas responden, siguiendo con sus planteamientos, al accionar de crueldad que el ser humano lleva consigo.

“Es un momento simbólico para decir: los seres humanos para ser seres humanos hemos tenido que ser crueles. Pero si queremos que la crueldad sea un arte, no queremos que sea un acto banal. Y ahí uno podría decir: bueno, entre las avícolas que matan 250 mil pollos sin dignidad y los toreros que los matan con dignidad, hay un abismo. Uno podría decir que hay algo terriblemente cruel y cuestionable en las avícolas. Pero el hecho es que si somos seres humanos, tenemos que lidiar con que todos los días hacemos una cantidad de actos crueles y desalmados para vivir. Los animales también lo hacen, pero no tienen conciencia de ello. Nosotros nos preguntamos por ello y está bien”, concluye Gumucio.